El código para vestir fue inventado para facilitar la vida de los invitados, evitar vergüenzas y asegurarse de que nadie llegaría enfundado en pants a una cena de gala. Pero ahora la novedad consiste en confundirnos a todos o, peor aún, uniformarnos.
He recibido invitaciones con las más extrañas peticiones sobre la manera como hay que vestir. Sí, está de moda ser creativo en la especificación de los atuendos. Se me ha requerido ir de rosa (cosa que se esperaba de hombres y mujeres), inspirarme en los 70 o asistir vestida muy fashion. Mucha gente ha venido a preguntarme qué significa el dress code casual chic, por ejemplo. Todo el mundo está tratando de seguir la instrucción, de no desentonar o parecer un ignorante con las reglas impuestas por los anfitriones. Mientras tanto yo me pregunto: ¿qué pasó con la individualidad?
Es buena idea que se te aclare que debes ir casual, formal o de gala a un evento. Pero, ¿por qué decirte de qué color vestir? Es más, ¿qué necesidad hay de querer a toda la fiesta luciendo el mismo tono de ropa? ¿Se trata de una manera de someter a los invitados a los caprichos del anfitrión? O quizá se pretende que uno se vuelva parte de la decoración junto con las flores y los manteles.
Yo me niego a seguir esas imposiciones, no sólo porque el rosa no me gusta, sino porque creo que lo más maravilloso de la moda, es que nos distingue como seres individuales. No obstante, estoy siempre atenta a la aclaración sobre la formalidad de la fiesta, porque si acepto asistir, me encuentro también dispuesta a halagar a mi anfitrión con mi atuendo.
Lo que no tiene justificación es cuando la invitación especifica un código para vestir y el anfitrión es el primero en romper las reglas. El mes pasado fui a una fiesta que pedía que todos nos presentáramos vestidos de etiqueta. Ignoro si la persona que redactó la participación sabía de lo que hablaba y los que la aprobaron realmente estaban de acuerdo. El caso es que algunos hombres se presentaron de smoking y unas cuantas mujeres también cumplieron vistiendo de largo. Desgraciadamente, un solo anfitrión llevaba smoking, mientras que entre las que recibían si hubo uno que otro vestido largo. No quiero pensar en lo que habrá sentido ese ejecutivo que tomó el tiempo para cambiar su traje por un smoking o esa mujer que mudó su sastre por un vestido de gala, para llegar a ver a los que los invitaron, exactamente como se fueron a la oficina.
El arte de invitar, entonces, va más allá de hacerse el creativo. El código de vestimenta debe ser congruente con el tipo de fiesta (concepto, comida, servicio, show y atuendos de los anfitriones). Si te invitan a un coctel casual, se espera que haya bebidas y bocadillos en un escenario chic. En cambio, si se te pide por escrito una etiqueta rigurosa, es lógico que esperes champagne, salmón y un buen entretenimiento.
Mi opinión es que debe conservarse la división entre casual, casual chic, formal y etiqueta rigurosa. Pero el color, la silueta, la inspiración o el concepto de la ropa que lleve el invitado, debe dejarse en total libertad, con la excepción de una fiesta de disfraces, desde luego, porque ahí el tema es lo importante.
Si la invitación no llega por escrito, es probable que tampoco se mencione un código de vestimenta. Se vale preguntarle al anfitrión sobre el tipo de evento y ropa que debes llevar. Sin embargo, cuando llega un sobre y la participación te da un código, vas a tener que confiar en la siguiente lógica:
Casual: los invitados pueden ir al evento relajados y cómodos. Aunque eso no significa que lleguen con ropa para hacer deportes, por favor.
Casual chic: generalmente requerido para las personas que vienen de la oficina. Las mujeres pueden ir de pantalones o falda con una linda blusa así como con un vestido. Los hombres de pantalones de vestir y camisa o caquis. Si llevas jeans, más vale que te veas chic o pasarás por un desatento(a) con tu anfitrión. A los caballeros los salva una chaqueta combinada con jeans, porque hace que su imagen menos desaliñada.
Formal: hombre de traje con corbata (aunque Obama ha impuesto un nueva manera de ser formal sin ella). Las mujeres con un blusa elegante coordinada con falda o pantalón o un vestido de coctel (con brillos o mate, dependiendo del evento).
Etiqueta rigurosa: mujeres de largo y hombres de smoking.