Rayos, truenos y centellas. ¿Cuál otra podría ser la razón para posponer una grabación a las 12:30 de la noche? En la Hacienda San Gabriel de Palmas no hay pararrayos así que era riesgoso continuar con el tercer programa de la jornada.
Katya Segura, la editora de la revista OK llegó a compartir el escenario de las divas. Ella estaba tan fresca por la mañana, pero por la tarde ya había sido atacada por los mosquitos y sus piernas, antes perfectas, mostraban los múltiples piquetes cual heridas de guerra. El cansancio también se lo contagiamos, pues entre el calor y el tiempo muerto, cuando llegó el momento de hacer el segundo programa, todas sufrimos para elevar la energía. Aún así, el equipo deseaba completar el tercero para poder disfrutar de la cama unas cuantas horas más a la mañana siguiente. Por desgracia, Tlaloc no estaba de acuerdo y decidió estropear nuestros planes. Tuvimos que irnos de regreso a la habitación con maquillaje retocado y una muda de ropa fresca.
Estamos en la recta final del reality. Ya casi ha llegado el momento para evaluar si aprendí o no el oficio de diva. Reconozco que todavía me falla el timing para preguntar durante las entrevistas pero, a cambio, confieso que mis preguntas se han afinado; no me da nervios sentarme frente a las cámaras, ya no me siento intimidada por las divas, me divierto y gozo el proceso de grabación y hasta existe la posibilidad de que extrañe hacer tele en un futuro cercano. No obstante, me alegrará saber que soy dueña de mi tiempo, de mi imagen y de el orden y significado de mis palabras. No sé si me acerco al concepto de diva hoy, pero tengo mejor idea de lo que no quiero ser en el caso de lograrlo. Eso ya es un buen progreso.
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