Ser diva es algo negativo. Eso es lo que hemos aprendido a través de los años. Pero ahora resulta que estoy trabajando para un reality show en donde buscamos a una diva.
En honor a la verdad, el concepto de diva se ha desvirtuado. Emplear esa palabra no tiene que ser horrible ni usar el adjetivo detestable. Para Marcello Coltro, creador del programa, se trata de encontrar a una nueva conductora de televisión que tenga no sólo un talento especial que compartir con sus televidentes, sino la fuerza de carácter para librar los obstáculos y alcanzar los retos propios de la industria del entretenimiento.
El programa En busca de la nueva diva se ha llevado a cabo en Puerto Rico, Venezuela y Colombia. Ahora estamos en la Hacienda de San Miguel, en el estado de Morelos, tratando de encontrar a la mujer que ganará como premio tener su propio programa de televisión en el canal Casa Club TV.
A mí me gustó mucho el criterio con el que se seleccionaron a las candidata a concursar. No había límite de edad ni requerimientos físicos. Sólo buscaban personalidades fuertes, talentos especiales y muchas ganas de ganar. Así son las chicas que están tratando de lograr su sueño a través de esta eliminatoria que es dura e intensa.
La conductora del programa es Martha Debayle y hay dos jueces extranjeras que han participado en los países anteriores con el mismo programa: Rebeca Rincón (la villana del panel) y Lucy Pereda (la positiva). La tercera soy yo, ni buena ni mala y sin mayor experiencia en este tipo de aventuras.
Reconozco que nunca había visto un reality. Acepto que todo es nuevo para mí, excepto las largas horas de espera y desesperación que trae consigo el proceso de grabar un programa de televisión.
El equipo de producción, especialmente Coltro, llama a las jueces divas. Pero a mí me queda muy claro que me faltan kilómetros para serlo cuando estoy en una sesión de fotos con Rincón y Pereda en la que ellas discuten con cierta amabilidad el sitio que deben de ocupar por su estatura. Obviamente yo salgo perdiendo porque, a pesar de que Rincón es bajita, yo soy la menos alta. Ellas se turnan el sitio del centro y el izquierdo y a mí me dejan a la derecha sin preguntar mi opinión. Yo callada. Después de todo, hay que saber elegir las batallas y hasta donde yo veía, no había gran ventaja en cambiarme de lugar.
El resto del día no tuvo mayor importancia. Me vinieron a peinar a media tarde y, con todo y pestañas postizas, me dejaron esperando como novia de pueblo. Para colmo, no hay tele en mi cuarto así que me entretuve editando artículos de Marie Claire octubre y platicando con mis amigos de Facebook. Suerte que sí sirvió el Internet ya que fue la última vez que logré conectarme desde el cuarto. En cambio, hay un formidable jacuzzi al centro de mi dormitorio, rodeado de velas, pero para mí es como beber sola: no se me antoja disfrutarlo sin una buena compañía.
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