Intolerancia. Tal vez se me subió lo diva, porque ya mi paciencia había llegado al límite. Con decirles que por primera vez alcé la voz pidiendo que se apresuraran los encargados de la grabación y Martha Debayle me miró como si me hubiera salido una cabeza extra y después dijo: “¡Ándale, Lucy, ejerce tu autoridad!” La diva dócil, cooperadora, siempre sonriente ya no estaba de humor para perder su día mientras la producción se organizaba. Me quería ir a casa ya.
Pero al final salí de la hacienda hasta las siete de la noche. No sin antes tomarme fotos con gran parte del staff y abrazar a todos los que me acompañaron en mi aventura. El técnico que me cantaba De qué manera te olvido mientras colocaba el ventilador frente a mí. El de sonido cuya habilidad lograba introducir bajo mi ropa el micrófono sin que lo sintiera y me sorprendía al encontrar cinta micropore en los lugares más recónditos de mi cuerpo cuando me bañaba. La chica que se encargó de mi maquillaje y peinado. La mujer que me avisaba cuántas horas faltaban para grabar. La joven talentosa que se hacía cargo de los guiones y nuestro bienestar. Tantos y tantos personajes que hacen un programa realidad.
El infierno se convirtió en un temazcal de cariño al terminar la grabación. Todos se felicitaban por haber resistido los mosquitos, la extrema temperatura y los obstáculos de cada día. El líder de la manada estaba radiante. Adorado por todos nosotros, Marcello nos abrazaba, nos besaba, nos invitaba a cenar y prometía una buena cantidad de tequila para alegrar la noche.
Cuando cerré mi última maleta alguien estaba tocando mi puerta. Qué digo tocando, estaba a punto de tirarla. Cuando abrí me encontré dos de las mejores sonrisas: la de Rebecca y la de Marcello. Venían a despedirse de mí. Sabían que mi única petición había sido irme tan pronto se hiciera fade-out y estaban ahí para indicarme que el chofer me esperaba y que sentían que no me quedara a la celebración esa noche. Los abracé, les di las gracias y me fui hacia mi vida sin deberme nada. Había hecho mi mejor esfuerzo. Concluí la serie. Hice amistades maravillosas que se quedarán conmigo para siempre. Mi corazón estaba lleno.
Una nueva diva tendrá su programa de televisión. Las otras once aspirantes quizá desistirán o tal vez utilizarán lo aprendido para buscar otra oportunidad más adelante. Mientras tanto yo, aspirante a diva, regresé a casa contando mis bendiciones.