8/28/2011

Lección 12 y última para ser diva


Intolerancia. Tal vez se me subió lo diva, porque ya mi paciencia había llegado al límite. Con decirles que por primera vez alcé la voz pidiendo que se apresuraran los encargados de la grabación y Martha Debayle me miró como si me hubiera salido una cabeza extra y después dijo: “¡Ándale, Lucy, ejerce tu autoridad!” La diva dócil, cooperadora, siempre sonriente ya no estaba de humor para perder su día mientras la producción se organizaba. Me quería ir a casa ya.
Pero al final salí de la hacienda hasta las siete de la noche. No sin antes tomarme fotos con gran parte del staff y abrazar a todos los que me acompañaron en mi aventura. El técnico que me cantaba De qué manera te olvido mientras colocaba el ventilador frente a mí. El de sonido cuya habilidad lograba introducir bajo mi ropa el micrófono sin que lo sintiera y me sorprendía al encontrar cinta micropore en los lugares más recónditos de mi cuerpo cuando me bañaba. La chica que se encargó de mi maquillaje y peinado. La mujer que me avisaba cuántas horas faltaban para grabar. La joven talentosa que se hacía cargo de los guiones y nuestro bienestar. Tantos y tantos personajes que hacen un programa realidad.
El infierno se convirtió en un temazcal de cariño al terminar la grabación. Todos se felicitaban por haber resistido los mosquitos, la extrema temperatura y los obstáculos de cada día. El líder de la manada estaba radiante. Adorado por todos nosotros, Marcello nos abrazaba, nos besaba, nos invitaba a cenar y prometía una buena cantidad de tequila para alegrar la noche.
Cuando cerré mi última maleta alguien estaba tocando mi puerta. Qué digo tocando, estaba a punto de tirarla. Cuando abrí me encontré dos de las mejores sonrisas: la de Rebecca y la de Marcello. Venían a despedirse de mí. Sabían que mi única petición había sido irme tan pronto se hiciera fade-out y estaban ahí para indicarme que el chofer me esperaba y que sentían que no me quedara a la celebración esa noche. Los abracé, les di las gracias y me fui hacia mi vida sin deberme nada. Había hecho mi mejor esfuerzo. Concluí la serie. Hice amistades maravillosas que se quedarán conmigo para siempre. Mi corazón estaba lleno.
Una nueva diva tendrá su programa de televisión. Las otras once aspirantes quizá desistirán o tal vez utilizarán lo aprendido para buscar otra oportunidad más adelante. Mientras tanto yo, aspirante a diva, regresé a casa contando mis bendiciones.

Lección 11 para ser diva



El final se acerca. Las divas se preparan para tomar decisiones y todas tenemos la sensación de que no habrá vuelta atrás. Decidir quién será la nueva diva para el canal Casa Club TV no es tan fácil como parece. Las concursantes no son perfectas (¿quién lo es?), pero aquí tendremos que evaluar no sólo lo que se califica en el momento, sino su desarrollo durante todo el proceso.
Mientras esos sucede, las divas están a punto de empacar sus múltiples maletas para regresar a casa. Rebecca Rincón y Lucy Pereda volverán a Miami con su ropa de invierno intacta, ya que según las instrucciones de Marcello, necesitaban vestuario para una hacienda en donde haría frío. No pudo estar más equivocado. El calor imperó durante las dos semanas, pero en el infierno llegaba a ser un exceso. Hicimos bikram TV y pusimos a prueba el maquillaje, el peinado y el vestuario que, sin duda, irá directo a la tintorería.
Martha Debayle comenzó a grabar en vivo su programa de radio desde aquí, por lo que había que interrumpir nuestras grabaciones durante esa transmisión. Yo, por mi parte, iba por la vida buscando señal para conectarme al Internet y editar Marie Claire a larga distancia. Ahora, ambas volveremos al DF para retomar nuestras labores diarias como si estos 10 días lejos de lo nuestro no hubieran existido.
Será interesante ver si se me pegó algo de las divas. Aprender de mujeres experimentadas y con tanto éxito espero que me venga bien. Extrañaré algunas cosas, a mucha gente con la que trabajé aquí, pero no sé si voy a echar de menos el tortuoso proceso de esperar horas enteras la señal para empezar a grabar.
Estas dos semanas fueron para mí una prueba en muchos sentidos. La tolerancia, la paciencia y el aislamiento fueron retos interesantes para las candidatas de reality, lo mismo que para nosotras. Pero, además, me encanta reconocer que salí de mi terreno de control y confort para darle una probadita a otro medio en el que no soy nadie. Jugué el papel de diva, ciertamente, pero por esta vez yo era la inexperta, la nueva y la insegura. Fue un ejercicio interesante y fortalecedor. Gracias a ustedes por acompañarme en el proceso.

8/25/2011

Lección 10 para ser diva



Rayos, truenos y centellas.  ¿Cuál otra  podría ser la razón para posponer una grabación a las 12:30 de la noche? En la Hacienda San Gabriel de Palmas no hay pararrayos así que era riesgoso continuar con el tercer programa de la jornada.
 Katya Segura, la editora de la revista OK llegó a compartir el escenario de las divas. Ella estaba tan fresca por la mañana, pero por la tarde ya había sido atacada por los mosquitos y sus piernas, antes perfectas, mostraban los múltiples piquetes cual heridas de guerra. El cansancio también se lo contagiamos, pues entre el calor y el tiempo muerto, cuando llegó el momento de hacer el segundo programa, todas sufrimos para elevar la energía. Aún así, el equipo deseaba completar el tercero para poder disfrutar de la cama unas cuantas horas más a la mañana siguiente. Por desgracia, Tlaloc no estaba de acuerdo y decidió estropear nuestros planes. Tuvimos que irnos de regreso a la habitación con maquillaje retocado y una muda de ropa fresca.
Estamos en la recta final del reality. Ya casi ha llegado el momento para evaluar si aprendí o no el oficio de diva. Reconozco que todavía me falla el timing para preguntar durante las entrevistas pero, a cambio, confieso que mis preguntas se han afinado; no me da nervios sentarme frente a las cámaras, ya no me siento intimidada por las divas, me divierto y gozo el proceso de grabación y hasta existe la posibilidad de que extrañe hacer tele en un futuro cercano. No obstante, me alegrará saber que soy dueña de mi tiempo, de mi imagen y de el orden y significado de mis palabras. No sé si me acerco al concepto de diva hoy, pero tengo mejor idea de lo que no quiero ser en el caso de lograrlo. Eso ya es un buen progreso.

Lección 9 para ser diva



El espejo es una obsesión para Lucy Pereda. El maquillaje lo es para todas. Porque sucede que después de verte pintada como charola michoacana, es difícil enfrentar tu rostro sin gota de maquillaje. Por eso tenemos a las actrices y conductoras mexicanas llevar pestañas postizas, intensas sombras y rubores protagónicos al súper y hasta se creen que se ven naturalitas. Ruego que no me pase eso. Que pueda volver a mi labial rojo sin extrañar las pestañas postizas.
Pero así como los ricos también lloran, las divas también sufren. Entre las capas de maquillaje con múltiples retoques de polvo y las luces ardientes, la piel se va secando al grado que, al final del día, parece un pergamino. El pelo tiene su propia tortura, pues con el calor del infierno, nos toca lavarlo diario y someterlo a la pistola de aire, la plancha y el spray durante todo el día. Me pregunto cómo llega una diva a verse guapa y saludable fuera del estudio, pues su piel está cansada y su melena opaca de tanto aspirar a la perfección frente a las cámaras.
El día empezó con una entrevista a un sexólogo. El pobre hombre llegó el día anterior y nos siguió de aquí para allá preguntando cuándo le haríamos su programa. Tuvo que quedarse a dormir y si no fuera porque amenazó con irse, quizá su espera se hubiera prolongado algunas horas más…unas 12. Por suerte, el hombre floreció ante las cámaras y nos recetó, a las 8:30 de la mañana, algunos tips para ponerle sal y pimienta a nuestra vida sexual. A mí me preguntó mi signo zodiacal y cuando le respondí que era Leo, se le ocurrió describir una escena que me despertó. “ Los Leo, hombres y mujeres, tienen como talón de Aquiles la columna vertebral”, dijo el experto y yo inmediatamente lo descalifiqué. Afortunadamente la columna no ha sido un tema central en mi vida, pensé incrédula. “Imagínate, Lucy, que te ponen de espaldas y te pasan la lengua por cada vértebra”, agregó. Abracadabra. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y comencé a darle rienda suelta a la imaginación. Para cuando pude regresar al estudio mentalmente, mi corazón latía con un ritmo acelerado y mis mejillas habían adquirido un color más rosado que el rubor que me pusieron temprano al maquillarme. Nunca había imaginado que una diva tendría que librar las trampas de su libido en plena grabación.
Como consuelo de tontos, me tranquilizó saber que todos sentimos que el infiernos se calentó unos grados más allá de lo normal. Los técnicos estaban tan callados durante la entrevista, que hubiera sido posible escuchar caer un alfiler.
Bendito tema el del sexo, pues me hizo viajar y encontrarme con un ser muy querido. Me permitió postrarme en la cama, desnudar mi espalda y olvidarme, por un rato, de tratar de ser diva.


8/23/2011

Lección 8 para ser diva



He sido el banquete de los mosquitos. Estos piquetes arden, se hinchas y dan una comezón endiablada. Rebecca dice que ella ya está anémica de tanta sangre que ha donado en pro de la alimentación de los insectos y Lucy Pereda, que se cuida como muñeca de porcelana, tiene los tobillos al doble de tamaño y ya ni se queja al respecto.
Esta mañana leíamos el guión casi recién salido de la computadora de Marcello. En él, había una indicación que nos sorprendió. Decía: “Cuando entran las concursantes una voz de Dios dice…” Entonces, Samira preguntó qué era eso. Marcello respondió que en algunos países así se indica una voz en off (una voz que se escucha sin que se vea al locutor). “¡Ah, muy apropiado”, intervine yo, “la voz de Dios en el infierno”, y todos reímos.
Lo que nunca imaginamos es que, llegado el momento, la voz que escuchamos era la de Frank, el floor manager. Lo curioso del asunto es que él es argentino. Pues sí, ¿qué otra nacionalidad hubiera podido elegir el Dios en nuestro infierno?
El agotamiento general imperaba. Es probable que grabar tres programas el día anterior haya sido demasiado para todos. Cuando menos la producción se aseguró de que sus divas estuvieran alimentadas a sus horas. Aunque la lluvia arruinó los planes de hacer el segundo programa y cancelaron la grabación hasta la mañana siguiente. Había que empezar temprano, eso sí. ¡Ouch!
Hubiera sido fabuloso dormir a pierna suelta, pero los piquetes de moscos nunca dejaron de molestar. Rosados, calientes, ardientes y testarudos, han invadido la piel, antes perfecta, de nuestras divas.


Lección 7 para ser diva

Rebecca Rincón en primer plano y Lucy Pereda en el segundo. Las divas.


Las divas estaban cansadas.  Es que, en contra de la tradición cristiana, el domingo hicimos tres programas en lugar de dos. Lo único que nos sostenía era el deber. Llegó el momento en el que ya ni hablábamos. El humor sarcástico de Rebecca se apagó como una vela. Marcello empezó a hablar en portugués creyendo que lo hacía en español. Teníamos hambre y mucho calor. Pero todo salió bien. Ese es el tamaño de un verdadero profesional.
Cuando finalmente salimos del infierno ya la recepción de la hacienda estaba cerrada y la puerta de mi hermosa suite tenía una candado enorme que la resguardaba. Para colmo, el restaurante dejó de dar servicio a partir de las 11 p.m. Lo cual implicaba que había que irse a la cama sin cenar. Pero, ¿cuál cama? Nada me apetecía menos que pedirle posada a alguien. Soy de la idea de que si voy a dormir acompañada, es porque hay alguien entre las sábanas con el cual me provoca pasar la noche. Pero no parecía haber remedio: el personal estaba dormido y yo sin cuarto de hotel. Entonces, se me ocurrió que quizá entre el cambio de zapatos, el retoque de maquillaje o las idas y venidas de mi celular, quizá le había dado la llave a alguien de la producción. Le pregunté a Samira, la asistente de Marcello, a los de maquillaje y a las de vestuario y nada. No pude evitar maldecir al tipo que con tanto gusto había recibido mi llave para guardarla y que después se fue a casa a descansar dejándome sin techo.
Las divas empezaban a estresarse porque no había cena. Por ello, el productor ejecutivo, Gustavo Huertas, decidió aventurarse al pueblo para traernos alimentos. Así que mientras él preguntaba a las divas su elección de comida, yo iba desesperada buscando a alguien que apareciera mágicamente la llave de mi cuarto. De pronto, se hizo el milagro: alguien levantó la voz indagando si alguien tenía la llave y una despistada chica salió de la biblioteca, que fue adaptada como oficina de producción, diciendo que sí. ¡Lotería! El pobre hombre de la recepción al que le recordé a su madre, al menos una docena de veces, había tenido la cortesía de dejar mi llave con ella. Menos mal.
Una vez con la llave en mano ya no me importaba ir a la cama con hambre. Rebecca y la otra Lucy, sin embargo, aceptaron esperar la comida del pueblo. Ellas me dieron la reseña de lo que recibieron como cena por la mañana y puedo afirmar que hice bien en pasar.
Las divas amanecieron con mucho esfuerzo. No obstante, tenían que lucir divinas y estar con la energía a tope. Sólo así se puede llamar alguien una verdadera diva.

8/21/2011

Lección 6 para ser diva



Mientras el equipo finalmente dormía, yo me desperté a las seis de la mañana y salí al despuntar el sol hacia el Distrito Federal. Con la presión de saber que justo ese día sería el reto Marie Claire y prácticamente el programa lo teníamos que hacer el equipo editorial de la revista, junto con la producción de En busca de una nueva diva, volví tan pronto pude resolver unos asuntos en la capital.
No había acabado de entrar la camioneta, cuando ya estaba alguien bajándome de ella para conducirme a maquillaje. La sonrisa de Marcello delataba que estaba satisfecho con la construcción del clóset que tantos corajes le había hecho pasar.
Maquillaje, peinado, repelente para moscos y el vestido recién planchado. Ya estaba lista para volver al infierno. Jorge Estrada, el coordinador de moda de mi revista, estaba ahí con todo el equipo para hacer el reto. También había llegado, desde Cancún, el diseñador del vestido que yo llevaba puesto. Este era nuestro día, un programa dedicado a la revista Marie Claire.
La primer sorpresa fue un vestido que Marcello mandó a hacer como regalo para mí. ¡Wow! No voy a describirles cómo era, porque ustedes tendrán que verlo cuando pase al aire. Bastará decir que dibujó en mi rostro una sonrisa que todavía tengo puesta y eso que ya es media noche.
El mismísimo Marcello decidió darnos a Jorge y a mí muchas cosas que decir durante el programa. Pero, a la mitad de la grabación, Martha Debayle decidió irse. Las divas, Lucy Pereda y Rebeca Rincón, estaban desconcertadas. Sin embargo, rápidamente se sustituyeron los parlamentos de la conductora y me los asignaron. Para el corte a comer llegó Marcello pidiendo un aplauso en mi honor. No porque hubiera hecho mi trabajo extraordinariamente, sino porque ya me había convertido en una verdadera diva. “Hoy Lucy le arrebató una pregunta a Martha”, dijo, “y cuando le asigné unas palabras a Jorge, las dijo ella.” Todos reímos, pero lo que decía era verdad. Un poco más a tono con el tema de moda, mis intervenciones fueron más agresivas y, aparentemente, hasta me convertí en ladrona de los parlamentos de los demás. Disculpa, Jorge. Sólo hice lo que he aprendido aquí.
Mentiría si dijera que todo fue miel sobre hojuelas. Hablar a cámara relajadamente no es fácil. Pero Rebeca me dijo que sacara mi más linda sonrisa y me divirtiera. Sus palabras aliviaron la tensión. Todo salió mejor en la segunda toma y se quedó la tercera que resultó más energética. Hay que pasarla bien, eso es todo. Olvidarse de lo que la gente dirá de mí cuando me vea en la tele. ¿Qué más da? Lo bailado nadie me lo quita.
El reto Marie Claire salió formidable. Estoy orgullosa de mi equipo. Me siento feliz de ser parte de este reality. ¡Gracias, Marcello, ha sido un día muy especial!

Lección 5 para ser diva

Estoy en el infierno. El diablo anda por aquí y, sin embargo, tengo algunos ángeles acalorados a mi lado. "Welcome to hell", le digo sonriendo a la clienta que llega al escenario del estudio de televisión más caliente del mundo, estamos en busca de una nueva diva.


La Hacienda San Miguel de las Palmas está a unos minutos de Cuernavaca en donde vive uno de mis entrañables amigos. El se llama Jesús y desde que supo que estaría tan cerca de su casa, ofreció hacerme una visita. Las primeras noches hicimos planes para cenar juntos, pero después de verificar que las largas jornadas no serían una excepción, sino la regla, he llegado a poner en duda la posibilidad de verlo. El, parece más escéptico aún, pues en su último mensaje de texto escribió: "Si mañana no crees que tengas posibilidad de salir, pasaré a verte a la hacienda. Cuando menos te daré un beso para comprobar que no eres un mito."
 Al leer esas palabras me percaté de que había pasado casi una semana lejos de todos mis seres queridos. Igual que las concursantes. Después vino a mi mente la película En la cama con Madonna, en donde la famosa cantante estaba miserablemente sola y se acostaba con sus bailarines para consolarse. Los hombres que a ella le gustaban la desdeñaban. ¿Será ese el precio para ser una diva?
Pero al mismo tiempo me di cuenta de que, en poco tiempo, había logrado hacer amistades. El equipo de trabajo es formidable. El líder estupendo. No me la he pasado nada mal esta semana.

Martha Debayle, sin embargo, se ha perdido esta experiencia. Ella está en el foro, pero no se mezcla con nadie. Come y descansa en su habitación, aislada. Muy respetable, pero si voy a ser diva algún día, prefiero estar en el epicentro de la acción. Intercambiar historias personales con las chicas que toman fotos, como lo hago ahora. Cenar a media noche con mis maestros en el arte de ser estrella de televisión. Así como comprobar que el poder y la gloria no están al tope de mi lista de prioridades. En cambio mis amigos están en la cúspide, aunque hoy tampoco pueda ver a mi querido Jesús.

8/19/2011

Lección 4 para ser diva



La lucha por el reflector se da obvia o sutilmente. De hecho, el segundo día de grabación, hubo cambio de luces en el estudio y Martha Debayle me comentó que se debía a que tanto ella como yo nos veíamos muy mal con la iluminación de la jornada anterior. “Se nos veían unas líneas de expresión horribles”, me dijo la famosa conductora. Yo, agradecida por hacerse cargo de mis arrugas, sentí que también se me fruncía el corazón. Tan cómoda que estoy yo en mi revista, pensé, en donde puedo elegir la foto de la carta editorial y pedir que me difuminen las patas de gallo y demás rastros de que he gesticulado a través de la vida… Ahora estoy a la merced de los productores del programa quienes se desviven por Martha y van dosificando su atención hacia nosotras las “divas.”
El mejor ejemplo del favoritismo es lo que pasó hoy. Resulta que en el foro nos tienen que poner ventiladores portátiles a nosotras: Martha y las jueces. Pero en un momento dado el ventilador que estaba frente a Martha fue desconectado por alguien sin querer. El floor manager (así se dice al gerente del foro) dijo en estado de pánico: “¿Quién quitó el ventilador de Martha?”, y ordenó: “Traigan ése.” Sólo que ése era el mío. Y como ya llevo cuatro días aprendiendo el oficio de diva, pues no me dejé. Tuve que decirle: “¿Y por qué me vas a quitar el mío?” El hombre palideció, hizo como que quería sonreír y se fue a conectar personalmente el ventilador de la diva mayor, con la cola entre las patas.
En el último segmento del segundo programa que grabamos hoy, Marcello Coltro me había pedido que participara más. Creo que luzco un poco tímida junto a mis experimentadas compañeras. Total que al final de la grabación, el director pidió que se grabaran las reacciones de las jueces durante las eliminatorias. Empezaron conmigo y el mismísimo Marcello me fue dirigiendo. Al terminar se apagaron las luces y se dio por terminado el trabajo. Entonces Rebeca Rincón y Lucy Pereda brincaron. ¿Cómo? ¿No las grabarían a ellas también? No.
Ya en la cena, Rebeca, con su característica simpatía parodiaba la escena. Ella imitaba a Marcello dirigiéndome mientras mi expresión permanecía un tanto… ¿inexpresiva? Pero el chiste era que después simulaba los gestos exagerados y hasta caricaturescos que hacían Lucy y ella ante las mismas indicaciones. Después la broma se fue prolongando al decir que, en los ensayos del guión, a mí me asignaban los parlamentos delicados (e imitaba mi voz como si fuera yo una dulzura) y después contrastaba con los que a ella le marcaban (rudos y demoledores).
Me alegra estar junto a una campeona como Rebeca. Me ha dado lecciones y consejos formidables. En verdad que merece su fama y su prestigio. Ahora sé que no sólo hay que defender el aire frío de un ventilador. 

8/18/2011

Lección 3 para ser diva



Marcello Coltro me explicó: “Con Maria Callas se inventó el concepto de diva. Pero no sólo era por su actitud lo que le dio el nombre, sino que había mucho talento en ella.”
El calor nos estaba haciendo sufrir. Nosotras, la supuestas divas, estábamos grabando un programa y dando consejos de belleza. Pero había un pequeño problema: parecía que nos descongelábamos de la cantidad de sudor que nos bañaba. Mi tocaya Lucy y yo, que siempre somos las menos afectadas por la temperatura, ya nos sentíamos incómodas. Pero lo que es Rebeca Rincón y Martha Debayle, tenían sus rostros aperlados y hasta unas gotas gordas de sudor corrieron frente a las cámaras. Con decirles que hubo que interrumpir el programa porque Martha tenía pegado un pedazo de kleenex en la cara que quedó atrapado al limpiar el sudor. ¡Nada glamoroso!
Con todo y la falta de aire y las largas esperas combinadas con horas de trabajo, terminamos a las 10:30 p.m. la grabación. El cansancio era mucho, pero el hambre no se hacía esperar. Así que cenamos a una distancia razonable de las concursantes. Los ánimos en la mesa de las aspirantes a ganar un programa de tele habían bajado, pues al día siguiente dos de sus compañeras estarían camino a casa, las primeras eliminadas.
Nosotros comentamos el programa. Los motivos por los cuales tuvimos que expulsar a algunas y las cosas que serían difíciles decir frente a la cámara. Se mencionó un comentario mío. ¡Ops!, ya comenzaron a darse cuenta de que no soy tan dulce como podría parecer a primera vista. Mi participación sorprendió a más de uno, pues comencé hablando suavemente y al final de mi parlamento salió esa mujer crítica y despiadada que puedo ser. Tal vez ser diva se trate de ganar dinero por decir lo que naturalmente sale de tu boca. Incluso existe la posibilidad de que la gente te aprecie porque seas tú ante la cámara y te vayas a la cama con el pelo lleno de spray y muy pocas horas para reponer el sueño. Pero me queda claro que hay todavía una pequeña diva en mí, tan sentimental y poco experimentada que le es imposible reprimir las ganas de ir a abrazar a las perdedoras del reality. Hasta luego chicas. Sólo espero que no nos hayamos equivocado al dejarlas ir.

8/17/2011

Lección 2 para ser diva



Como suele suceder con la tele, hay muchas horas muertas y después gran prisa para acabar dos programas el mismo día. Hoy no fue la excepción.
Por la mañana vinieron a arregarme y al poco tiempo nos reunimos con Marcello Coltro para revisar los guiones. Después pasamos a grabar el programa número uno de la serie de 20. El estudio, instalado en una especial de bóveda de piedra estaba caliente como un infierno y para cuando llegamos ahí, ya todos los de la producción estában bañados en sudor. Pero a las jueces nos fue peor, porque nuestras sillas están frente y debajo de reflectors. ¡Uff! Y yo que digo que soy buena para aguntar el calor y no sudo, estaba sufriendo terriblemente.
Mis compañeras jueces están preocupadas por su imagen ante la tele, lo mismo que Martha Debayle. Así que a cada corte se miraban al espejo y pedían retoque inmediato. Yo, en cambio, decidí confiar en que el maquillista se me acercaría si viera que algo andaba mal con mi rostro. Gran error. Cuando regrese, al final del programa, a mi habitación para cambiarme, me miré al espejo y casi muero al comprobar que tenía el labial totalmente corrido. Los que me conocen saben que mi lipstick es siempre rojo. Por lo tanto, era muy evidente que la cámara no lo iba a pasar desapercibido.
Me descubría haciendo un examen de conciencia. No quiero ser una pesada, pensé, pero ahora sí me pasé de confiada. Tomé aire y me regresé al foro a pedir que me permitieran repetir la última escena con la boca bien pintada. Para mi sorpresa, se compadecieron de mí y, después de una mirada de esas que matan, el maquillista que me había dejado con la boca corrida tuvo a bien recuperar la forma original de mis labios rojos. Mi primera lección de diva ya estaba dada.
No sé cómo voy a llegar al final de los días de grabación aquí en la hacienda. Con decir que desayuné chilaquiles, comí un sandwich y cené pasta para rematar con un flan de cajeta, será suficiente para que entiendan lo que digo. Eso sin contrar que el programa de la tarde fue igual de difícil por el calor que había en el foro. A la pobre de Martha Debayle ya no le cabían sus zapatos porque ella, al igual que nosotras, nos estamos hinchando como sapos. Ah, y no he mencionado los mosquitos, ¿cierto? Nos tienen a todos oliendo a repelente, pero llenos de manchones rosados y abultados que pican y pican. “No hay que rascarse”, dice mi colega, la juez Rebeca Rincón. “Hay que ser fuerte”, continúa y yo admito, en silencio, que me pienso a rascar hasta que logre ser una diva como ella.

Lección 1 para ser diva



Ser diva es algo negativo. Eso es lo que hemos aprendido a través de los años. Pero ahora resulta que estoy trabajando para un reality show en donde buscamos a una diva.
En honor a la verdad, el concepto de diva se ha desvirtuado. Emplear esa palabra no tiene que ser horrible ni usar el adjetivo detestable. Para Marcello Coltro, creador del programa, se trata de encontrar a una nueva conductora de televisión que tenga no sólo un talento especial que compartir con sus televidentes, sino la fuerza de carácter para librar los obstáculos y alcanzar los retos propios de la industria del entretenimiento.
El programa En busca de la nueva diva se ha llevado a cabo en Puerto Rico, Venezuela y Colombia. Ahora estamos en la Hacienda de San Miguel, en el estado de Morelos, tratando de encontrar a la mujer que ganará como premio tener su propio programa de televisión en el canal Casa Club TV.
A mí me gustó mucho el criterio con el que se seleccionaron a las candidata a concursar. No había límite de edad ni requerimientos físicos. Sólo buscaban personalidades fuertes, talentos especiales y muchas ganas de ganar. Así son las chicas que están tratando de lograr su sueño a través de esta eliminatoria que es dura e intensa.
La conductora del programa es Martha Debayle y hay dos jueces extranjeras que han participado en los países anteriores con el mismo programa: Rebeca  Rincón (la villana del panel) y Lucy Pereda (la positiva). La tercera soy yo, ni buena ni mala y sin mayor experiencia en este tipo de aventuras.
Reconozco que nunca había visto un reality. Acepto que todo es nuevo para mí, excepto las largas horas de espera y desesperación que trae consigo el proceso de grabar un programa de televisión.
El equipo de producción, especialmente Coltro, llama a las jueces divas. Pero a mí me queda muy claro que me faltan kilómetros para serlo cuando estoy en una sesión de fotos con Rincón y Pereda en la que ellas discuten con cierta amabilidad el sitio que deben de ocupar por su estatura. Obviamente yo salgo perdiendo porque, a pesar de que Rincón es bajita, yo soy la menos alta. Ellas se turnan el sitio del centro y el izquierdo y a mí me dejan a la derecha sin preguntar mi opinión. Yo callada. Después de todo, hay que saber elegir las batallas y hasta donde yo veía, no había gran ventaja en cambiarme de lugar.
El resto del día no tuvo mayor importancia. Me vinieron a peinar a media tarde y, con todo y pestañas postizas, me dejaron esperando como novia de pueblo. Para colmo, no hay tele en mi cuarto así que me entretuve editando artículos de Marie Claire octubre y platicando con mis amigos de Facebook. Suerte que sí sirvió el Internet  ya que fue la última vez que logré conectarme desde el cuarto. En cambio, hay un formidable jacuzzi al centro de mi dormitorio, rodeado de velas, pero para mí es como beber sola: no se me antoja disfrutarlo sin una buena compañía.

8/13/2011

Demasiado demasiado



Curiosamente, no todo el mundo percibe el significado negativo de esta palabra. Por ello no es poco común escuchar a alguien decir: “Somos demasiado amigas”, “Te quiero demasiado” y cosas por el estilo. Si alguien a tu alrededor utiliza el demasiado en este sentido, sería bueno indicarle que lo usa mal.
Demasiado es o tiene en demasía. Too much, para acabar pronto. No es la medida justa ni deseable, sino un exceso.
Un perfume puede ser demasiado sofisticado para ofrecerse a la venta en Suburbia, por ejemplo, y eso no quiere decir que éste sea malo o nuestro comentario sea negativo. No obstante, no podría decirse que debería venderse en Saks porque es demasiado fino. Eso es absurdo.
Un vestido con demasiados detalles es barroco o, de plano, excesivo. Una mujer con demasiado derrière probablemente está pasada de peso o, cuando menos, tiene curvas muy exageradas. Pero al usar la palabra demasiado, estamos afirmando que no aprobamos ni el diseño del vestido ni la silueta de esa mujer.
Irónicamente, resulta normal y hasta deseable usar esta palabra con mesura. Esta es una recomendación que va, especialmente, para los escritores que se dicen expertos en moda y que la utilizan demasiado.