La respuesta inmediata e irrefutable es: como tú mismo. Ah, pero la cuestión es mucho más complicada que eso. Porque ciertamente es ideal que te presentes con un atuendo que vaya con tu personalidad y que te haga sentir cómodo. Pero, ¿qué hay de tu anfitrión?
Recuerdo una tarde en que mi hermano y yo discutíamos si lo correcto era vestir demasiado elegante o excesivamente casual al ser invitado a una comida con amigos. El contaba que prefería llevar saco y corbata, de manera que si todos estaban más casuales se desharía de la corbata y probablemente se viera muy sport-chic. Yo tomé la posición contraria, argumentando que cuando una persona llega demasiado arreglado a una reunión, tiende a verse como un ingenuo, que no sabe las reglas del vestir. Sin embargo, el verdadero motivo de ponerse una corbata en sábado, siguiendo el ejemplo de mi hermano, no era ser el dandy de la fiesta, ni sorprender a sus amigos con su traje de lino, sino halagar al anfitrión. Porque, efectivamente, tomarte el tiempo y el esfuerzo para vestirte bien, habla de que aprecias la invitación y la agradeces. En cambio, llegar en camiseta deslavada, jeans viejos y tenis sucios, está mandando un mensaje de que te parece tan poca cosa haber sido convocado a la reunión, que ni siquiera valía la pena usar ropa más cuidada.
Para evitar caer en cualquier extremo, te recomiendo que le preguntes al anfitrión cómo piensa vestirse. Trata, además, de seguir cierta lógica: si es de día el evento, no vayas de traje negro y corbata si eres hombre, ni de vestido largo con pedrería si eras mujer. Presentarte limpio y con un atuendo bien planchado, correctamente combinado y accesorizado con gracia, siempre hará la diferencia. El que te invitó lo notará y se sentirá que has hecho lo propio para corresponder con un sutil gesto su generosa invitación
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