Nunca había entendido el significado del dicho: lo cortés no quita lo valiente, hasta que un novio me lo echó en cara. Lo había dejado plantado y cuando quise darle una explicación, quedó en evidencia que yo había omitido hablarle para decirle que no estaría ni a la hora o el lugar previamente pactados. Tenía razón y desde entonces recuerdo siempre sus palabras y procuro no volver a cometer esa falta con nadie.
Esto viene al caso hoy, porque asistí a una comida de una empresa internacional importantísima para las revistas como la que yo edito, no sólo porque tienen productos excelentes que interesan a la lectora del mercado de lujo, sino también porque siempre existe la posibilidad de que se convierta en un anunciante.
La invitación oficial a la comida llegó hace como dos semanas, hace sólo algunos días mandaron un recordatorio y esta mañana la dueña de la agencia de PR de la marca, que es toda una dama, escribió personalmente un mail para reconfirmar mi asistencia. No me queda más que asumir que si a mí me dieron ese trato, mis colegas, las otras editoras de otras tantas revistas, recibieron exactamente la misma comunicación al respecto y habrán confirmado.
La cita era en un restaurante cerca de las oficinas de tres de las empresas editoriales más importantes de México y estábamos invitadas editoras de diferentes títulos femeninos. A las dos de la tarde habíamos llegado, puntuales, tres de nosotras y fuimos recibidas por la publirelacionista que nos invitó. Un poco después llegó la anfitriona y, más adelante, se sumaron dos chicas más. A las 2:45 p.m. la anfitriona tomó la decisión de que ordenáramos la comida y la PR un tanto preocupada por la ausencia de sus otras comensales sólo había recibido la llamada de una de ellas, avisando que se le había atravesado una junta y no iba a poder asistir. Las demás ni llamaron ni fueron.
No puedo decir más que experimenté eso que llaman pena ajena. Me sentí mal porque no es posible que estas personas que trabajan a un nivel tan alto carezcan de la mínima educación para cancelar su asistencia o llamar a disculparse si algo les impidió llegar.
He escuchado historias de terror de ciertos colegas, hombres y mujeres, que sin tocarse el corazón cancelan viajes de un día para otro o simplemente no llegan al aeropuerto. Nada de esto es justo. Las personas que laboran en las diferentes marcas o agencias de PR no sólo invierten tiempo, trabajo y dinero para planear viajes, presentaciones y demás, sino que esperan que una editora (o editor) se comporte al nivel de su puesto, que sea profesional y serio incluso al agendar un compromiso.
Así que hago un llamado para que esto cambie, por el bien de la industria y porque, simplemente, todos estamos trabajando para nuestro lector, sin importar el papel que jugamos. Con esto no me resta más que recordarles que lo cortés no quita lo valiente.
1 comentario:
recuerda q estamos en mexico y la educacion sobre ese tipo de cosas carece... sobre todo si alguien se siente importante peor... lastima!
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