No es broma, entender el concepto de moda en China es un acertijo para propios y extraños. Después de todo, hablamos del país en donde no sólo es legal la piratería de marcas de lujo, sino también es donde mayor consumo hay de la mercancía millonaria que ostenta un certificado de autenticidad avalando un logotipo francés o italiano.
Tuve el honor de ser invitada a Beijing a la inauguración de una exposición de Louis Vuitton en víspera de que se cumplan 20 años de su presencia en China. Dos décadas hablan, sin duda, de una estrategia visionaria por parte de la casa de moda francesa. Después de todo, no era fácil adivinar que la sociedad china iba a cambiar su atuendo tipo pijama por vestidos de diseñador, que el país se transformaría en un productor sin frenos y su economía se convertiría en la obsesión de todos los que piensan hacerse millonarios. Con todo mérito Louis Vuitton se ha establecido como la marca de lujo número uno en China, sin discusión alguna, seguida de lejos, “de muy lejos”, diría una de las publirrelacionistas francesas de la firma, nada menos que por Chanel.
Es cierto que la muestra de productos rígidos (maletas) así como pedidos especiales, es un esfuerzo por mostrar al consumidor chino que el logo LV significa algo más allá de un simple estatus social. Ya que la tradición, la calidad y la capacidad de responder a peticiones específicas, por parte del consumidor, son quizá algunos elementos a los que no se les ha dado la importancia necesaria en un mercado en donde abundan catálogos de mercancía pirata y hasta apenas unos años existía una tienda falsa de Louis Vuitton.
Modelo luciendo un vestido de novia rojo en la muralla China. |
Resulta paradójico hablar con las mujeres en China, verlas anunciar abiertamente que su bolsa es una imitación. Algunas de ellas, aceptan que los diseños no son ni siquiera copias fieles, sino modelos genéricos que solamente llevan chapetones de marcas conocidas. Otras, en cambio, hacen largas líneas para comprar los productos auténticos en los cientos de almacenes que hacen una fortuna diariamente con alta moda.
El problema, parece ser, va más allá de un mundo dividido entre las que desean usar la mercancía real y a las que les tiene sin cuidado el copyright. Aquí hay una situación más de fondo. Obviamente hay una nueva rica que disfruta de la logomanía (lo cual sucede también en México), pero ahora la china quiere adoptar un look occidental y hacerse de un estilo sin las referencias históricas de las que gozamos en otras partes del planeta.
En la calle, la mujer china ha perdido su ropa étnica. Sin embargo, la vestimenta occidental no acaba de tener sentido estético.
Quizá habrá que esperar a que se desarrolle una revaloración de sus propios valores estéticos para poder presenciar el nacimiento del verdadero estilo chino. Por lo pronto, la experimentación suele idealizar el ejemplo europeo y incluso hay esfuerzos por imitar algunas tendencias muy características del Japón. Todo, hasta hoy, luce un tanto artificial. Pero hay que tomar en cuenta no hace tanto las mujeres de ese país vivían uniformadas con un atuendo asexuado. ¿Cómo podríamos esperar que ahora supiera ser sexy, elegante y segura de lo que quiere llamar su propio estilo?
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