El último sueño del 2010 y el primero del 2011 se hizo realidad. Visité India con la seguridad de que iba a enamorarme y no me equivoqué.
Cuando pensaba en color, siempre había recurrido a la referencia de Tlacotalpan, Veracruz, o a las mujeres del Ismo de Tehuantepec. Pero yo no sabía nada de color ni del valor de llevarlo puesto, hasta que pisé la India. Tal vez porque venía llegando de un viaje a Chile*, en donde tanto la moda como la personalidad de las mujeres es más bien parca, el efecto fue como si me hubiera tomado la más burbujeante botella de champagne. Mis ojos no querían parpadear y el estímulo visual me hacía agua la boca.
La gama de tonos se desplegó como un abanico de ideas por concebir. Zafiro, esmeralda, amatista, ámbar, turquesa, jade, aguamarina y topacio, no había piedra que no hubiera impregnado su esencia en un sari. En cambio, la falta de gris, blanco o negro era notable.
Los saris estampados son frecuentes, lo mismo que los de tono liso, lustroso, con cenefas a contraste, pero también están los bordados con lentejuelas y chaquiras. Pero eso no es todo, las indias utilizan un colorido cárdigan (suéter abierto al frente con botones) para cubrirse del frío, que completa el cuadro visual. Eso sin contar las joyas que no parecen tener límite en gama y diseño.
El placer de ver nunca fue tan intenso.
*Busca la entrada sobre la moda en Chile en un futuro cercano.
1 comentario:
Que lindo Lucy, Gracias por compartirlo, muy padre tu foto con el sari!
Feliz Año Nuevo!
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