Semillero de los más grandes artistas, no es de extrañar que Barcelona se revele como un tesoro de creatividad en todos los ámbitos. Quizá porque sus habitantes no se consideran españoles y, sin duda, se relacionan más con el resto de Europa que con su propio país, Cataluña ha abierto brecha como capital de la moda.
La vanguardia en su arquitectura ha recubierto la ciudad de Barcelona con edificios curvilíneos, mosaicos y cientos de relieves. Aunque la franca irreverencia se desató con el diseñador industrial Javier Mariscal. Por su lado, la moda también experimentó con volumen, asimetrías y fantásticas texturas. Sin embargo, nunca se había definido tan patriótica hasta la llegada de Custo Barcelona.
Custo Dalmau, el diseñador responsable del cambio de look en la moda casual catalana, comenzó su negocio de camisetas estampadas después de una largo viaje en moto que emprendió junto con su hermano David, por todo Estados Unidos. La idea de hacer ropa casual de manera profesional prendió como pólvora en un mercado en donde las camisetas eran ya parte del guardarropa informal incluso en oficinas, de tal modo que cuando yo conocí a Dalmau, por ahí del 2000, ya estaba listo para hacer su crossover ni más ni menos que aterrizando en Henri Bendel, uno de los almacenes más exclusivos en Nueva York.
Dalmau recogió el colorido que observó durante su trayecto turístico y lo plasmó en divertidos estampados con matices de calidoscopio. Las figuras humanas muy al estilo Jordi Labanda fueron cediendo su protagonismo a las texturas que se lograron a través de diferentes telas y procesos de estampado. Las siluetas que en un principio eran básicas -aunque con tendencia a ceñirse al cuerpo-, fueron complicándose al punto de requerir ampliar su concepto e iniciarse en el telar plano.
Entre el éxito de su línea de camisetas, su evidente ambición de comerse el mundo de la moda a mordidas, la demanda de una colección vasta y fresca para poder participar en los desfiles de Nueva York cada temporada, Custo Barcelona fue subiendo los precios al tiempo que traicionando su esencia y, con ello, perdiendo la lealtad de su clientela.
Como es lógico, hubo y hay decenas de imitaciones de Custo Barcelona. Paramita, una de ellas, se ha conformado con la experimentación en tela de punto, jugando con la mezcla de telas y la variedad de coloridos estampados. Esta marca, también se ha asegurado de no exagerar con sus precios, por lo que se ha mantenido como una opción más económica que la ropa de Dalmau.
Sin embargo, también ha habido imitadores que terminaron superando a su modelo. Quizá porque se concentraron en la confección y desarrollo de un producto de moda a nivel local y han crecido a paso constante y definitivo, hasta llegar a colocarse en otras capitales de moda como Londres, con gran éxito. Estoy hablando específicamente de Desigual, una marca obviamente inspirada en las enseñanzas de Custo Barcelona, pero que ahora domina el mercado por encima de su predecesora.
Desigual es una cadena de tiendas y corners que manejan tejido de punto y telar plano, siempre con prendas repletas de estímulos visuales y hasta cierto punto apabullantes para un consumidor serio o con mentalidad conservadora. Traer un vestido de esta marca es llevar un anuncio que la promociona, no sólo porque en general ostenta el logo, sino porque su concepto –originado por Custo Barcelona en sus inicios- es reconocible, constante y totalmente catalán.
Algo está funcionando mejor en Desigual. El número de prendas y el de tiendas es infinitamente menor en la marca Custo Barcelona, lo que equivale a su correspondiente baja de clientes. Antonio González de Cosío, el editor y cronista de moda mexicano que ahora reside en Cataluña, asegura que Dalmau también ha tenido que disminuir sus precios para encarar la fuerte competencia que ahora tiene.
Desigual, en cambio, crece con un vigor envidiable. Sus tiendas, repletas de inventario, presenta varias colecciones paralelas que, algunas veces, comparten una inspiración. En mi visita en enero, había un tema asiático impregnado en varias prendas. Podía distinguirse el inicio de esta colección en otoño-invierno y, en su segunda entrega, la rendición de los diseñadores ante tan delicioso proyecto. Todo era geishas, crisantemos y cerezos entremezclados con rayas, círculos, texturas rebordadas en hilo metálico o lentejuela. Un deleite para el gusto barroco y recargado de los fashionistas que aman ser vistos y comentados.
Hace unos años Cataluña proponía moda casual, ahora la exporta, la presume y la perfecciona. Todo debido a un viaje a Estados Unidos y al gran observador y talentoso Custo Barcelona.
Foto 1.- Custo Barcelona. 2.- Paramita. 3.- Desigual.
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