9/24/2011

¿Lógica o moda?



Siempre he pensado que alguien con sentido común debe vestirse bien. No estoy hablando de llevar atuendos a la última moda ni de que sean, necesariamente, estéticos. Me refiero a que la moda es como las buenas maneras: responde a una lógica. Por ejemplo, una mujer con guantes nunca debe a sentarse a comer con ellos, ¿por qué? Pues porque no sólo los ensuciaría, sino que con ellos puestos, su sentido del tacto sería pobre y terminaría siendo un desastre con los cubiertos, las copas, etc. Otro ejemplo similar: ¿por qué las personas no deben ponerse lentes oscuros cuando comen? Simple: porque distorsionan los colores de los alimentos y no permiten el contacto visual con el resto de los comensales, lo cual impide que hagan una verdadera conexión humana durante la conversación y terminen siendo un elemento aislante. Estos dos ejemplos son una muestra de que las reglas de la etiqueta en el vestir están fundamentadas en un aspecto más práctico que frívolo y superficial, como normalmente se piensa.
Desde luego, existen excepciones y me temo que el guardarropa masculino aplica en esta categoría. Porque, sinceramente, ¿qué tiene de lógica una corbata que cuelga estorbando y metiéndose en la sopa? Me temo que nada.
Mi punto, sin embargo, tiene que ver con las novedades del siglo que rebasan cualquier sentido práctico e incluso estético. Pienso en las botas destalonadas y despuntadas, por ejemplo. Las botas son el calzado ideal para proteger a los pies del frío. ¿Qué pasa cuando cubren y  descubren al mismo tiempo? Y, ¿qué me dicen de los shorts con mallas abajo que se ponen las adolescentes? Si usas esta prenda es porque hay calor y no quieres tapar tu piel con una gruesa malla, ¿o sí? Incluso detalles más sutiles, como ponerte medias con un zapato destalonado con una traba en el tobillo, resultan verdaderamente absurdos, si consideramos que estos diseños tienen el propósito de airar el pie, ¿para que cubrirte la piel entonces?
Lo triste del caso es que estas “innovaciones” vienen de la moda callejera. De la gente que carentes de recursos económicos o educación, van mezclando elementos sin ningún sentido estético ni funcional. Es como cocinar sin talento para combinar ingredientes y, peor aún, sin jamás haber comido en un buen restaurante.
Esas propuestas urbanas se elevan de los barrios bajos y llegan a ser retomadas por los fashionistas o por los mismos diseñadores. Pero, francamente, nunca pierden ese aspecto burdo y maleducado que contradice la esencia del buen vestir. 

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