9/30/2011

Besos peligrosos




A mi querido Daniel

Besar tiene sus riesgos: enamorarse, descubrir que no hay química o simplemente saber cuando el amor desapareció. Pero para los celiacos, besar unos labios pintados con un producto que contenga gluten, puede significar un par de días con malestar estomacal, por decir lo menos.
La celiaquía es el padecimiento en el que existe una intolerancia al gluten y éste es generalmente ingerido a través del trigo, el centeno, la cebada, el triticale, la espelta y la avena. Lo que muy pocas personas saben, es que muchos de los cosméticos contienen gluten. Los productos que se aplican directamente a la piel no causan mayor problema. Sin embargo, los labiales son un foco rojo para las usuarias y quienes las besan, ya que la boca es la puerta de entrada al aparato digestivo en donde reside el problema.
Si eres o conoces a alguien que es celiaco no está por demás darle las siguientes recomendaciones:
·      Que todos los cosméticos y cremas que se aplican alrededor de la boca, incluyendo el labial desde luego, no contengan gluten.
·      La persona que no sea celiaca debe evitar ingerir alimentos con gluten minutos antes del beso.
·      Se recomienda usar pasta y enjuague bucal sin gluten así como hilo dental para mayor seguridad del celiaco.
Algunos labiales que no contienen gluten son:
·      Todos los de la marca Sisley.
·      Todos los de la marca After Glow.
·      Todos los de la marca Bare Minerals.
·      High Impact Lip Colour SPF 15, Butter Shine Lipstick y Chubby Sticks, de Clinique.
·      Signature Hydrea Lustre Lipstick, de Estée Lauder.
·      Color Design, Color Fever y Juicy Tubes, de Lancôme.
·      Shiny-Licious Lip Gloss y Moisture Extreme, de Maybelline.
·      Lip Boost Moisture Lipstick SPF 20, de Neutrogena.
Los labiales no llevan una lista de sus ingredientes en el tubo, sino en la caja. En caso de dudas, lo mejor es llamar a un representante de la marca. También puede ser útil consultar el blog: glutenfreecosmeticscounter

9/24/2011

¿Lógica o moda?



Siempre he pensado que alguien con sentido común debe vestirse bien. No estoy hablando de llevar atuendos a la última moda ni de que sean, necesariamente, estéticos. Me refiero a que la moda es como las buenas maneras: responde a una lógica. Por ejemplo, una mujer con guantes nunca debe a sentarse a comer con ellos, ¿por qué? Pues porque no sólo los ensuciaría, sino que con ellos puestos, su sentido del tacto sería pobre y terminaría siendo un desastre con los cubiertos, las copas, etc. Otro ejemplo similar: ¿por qué las personas no deben ponerse lentes oscuros cuando comen? Simple: porque distorsionan los colores de los alimentos y no permiten el contacto visual con el resto de los comensales, lo cual impide que hagan una verdadera conexión humana durante la conversación y terminen siendo un elemento aislante. Estos dos ejemplos son una muestra de que las reglas de la etiqueta en el vestir están fundamentadas en un aspecto más práctico que frívolo y superficial, como normalmente se piensa.
Desde luego, existen excepciones y me temo que el guardarropa masculino aplica en esta categoría. Porque, sinceramente, ¿qué tiene de lógica una corbata que cuelga estorbando y metiéndose en la sopa? Me temo que nada.
Mi punto, sin embargo, tiene que ver con las novedades del siglo que rebasan cualquier sentido práctico e incluso estético. Pienso en las botas destalonadas y despuntadas, por ejemplo. Las botas son el calzado ideal para proteger a los pies del frío. ¿Qué pasa cuando cubren y  descubren al mismo tiempo? Y, ¿qué me dicen de los shorts con mallas abajo que se ponen las adolescentes? Si usas esta prenda es porque hay calor y no quieres tapar tu piel con una gruesa malla, ¿o sí? Incluso detalles más sutiles, como ponerte medias con un zapato destalonado con una traba en el tobillo, resultan verdaderamente absurdos, si consideramos que estos diseños tienen el propósito de airar el pie, ¿para que cubrirte la piel entonces?
Lo triste del caso es que estas “innovaciones” vienen de la moda callejera. De la gente que carentes de recursos económicos o educación, van mezclando elementos sin ningún sentido estético ni funcional. Es como cocinar sin talento para combinar ingredientes y, peor aún, sin jamás haber comido en un buen restaurante.
Esas propuestas urbanas se elevan de los barrios bajos y llegan a ser retomadas por los fashionistas o por los mismos diseñadores. Pero, francamente, nunca pierden ese aspecto burdo y maleducado que contradice la esencia del buen vestir. 

9/18/2011

Mi clóset está sobrepoblado



No tiene remedio: por mucho que quiera disimularlo, hay prendas que cuelgan en mi clóset más por afecto que por utilidad. Tengo la bata de franela de mi papá. Como es lógico me queda grande,  pero me gusta verla ahí y que me traiga la imagen de mi padre en el desayunador enfundado en esa prenda. Está también el caftán que tuve que comprarme en Marruecos, cuando mi maleta no llegó y me resigné a festejar el fin del milenio como esa traje azul oscuro que no marca ni una curva y que, desde luego, nunca me he vuelto a poner. Qué decir de los zapatos de piso, rebordados en lentejuela, que compré en la barata de Bergdorf Goodman, porque finalmente esa tienda había pensado en alguien de talla 5. La verdad es que nunca fueron cómodos y no veo cuándo más tenga oportunidad de ponérmelos para lucirlos sin caminar.
En vano esperé que Saks hiciera la barata en la que te recibían tus jeans viejos y te daban un gran descuento si comprabas unos nuevos. Me parece muy difícil, si no imposible, regalar mis zapatos, porque las mujeres que, como yo, tienen un pie de Wilma Picapiedra, no suelen torturarse con las plataformas o los altísimos tacones en los que yo me subo.
Total que he faltado a la promesa de comprar y desechar que llevaba a cabo cuando tenía menos espacio en el armario. Pero ahora necesitaría una habitación completa para ver lo que hay entre gancho y gancho, actualmente, colgado en mi clóset.
Mea culpa, mea culpa, mi terrible culpa. ¿Cómo pretendo disfrutar las bondades de mi clóset si lo tengo como museo?

9/09/2011

Pasado Labor day




En Estados Unidos el final del verano lo marca Labor day.
El primer lunes de septiembre es feriado y la gente asume que es el final de los horarios de trabajo relajados, las visitas a la playa y los asados al aire libre. Claro, estoy hablando de estados en donde el frío impera la mayor parte del año y, por lo tanto, las estaciones son muy pronunciadas.
Pero aún cuando el clima es benigno, esa fecha es el banderazo que marca guardar todo lo que tenga una paleta de colores veraniegos para lanzarse a las tiendas y boutiques por las novedades otoñales.
En el D.F., donde el verano no es nada caluroso, poca gente hace el esfuerzo de simular que hay sol y ponerse ropa ligerita. De hecho, no es raro encontrar personas con botas, bufanda y abrigo trabajando en la oficina. Para ellos, será lo mismo que haya pasado Labor day, pero para los adictos de la moda, o los puritanos que somos cuadraditos con la moda, se nos ha liberado de la presión de vestirnos y congelarnos antes que ir en contra de la supuesta temporada.

9/04/2011

Valentino y su imperio



Ayer leía que van a llevar la vida del famoso diseñador a un musical en Broadway y que él estará más en control de esa obra, ya que la experiencia de filmar un documental de su última colección no fue precisamente fácil. Entonces decidí volver a ver la película, Valentino The Last Emperor, y me pareció lógico que al neurótico creador le pareciera mala idea mostrar todos sus berrinches en una cita que se suponía sería un homenaje a su trabajo.
Tal como sucedió con The September Issue en donde Anna Wintour aparece como una villana déspota y desalmada, el film que muestra la cercana relación entre Valentino y su compañero, profesional y personal, Giancarlo Giammetti, deja en evidencia la dinámica de amo-esclavo en la que puede convertirse una relación simbiótica entre el genio y el que sostiene con grandes malabares esa genialidad para mantenerla a flote a pesar de su propia dignidad.
Cuando menos Valentino Garavani hace un sentido reconocimiento público a Giammetti al recibir una importante condecoración. Mientras que Grace Coddignton, la talentosa Directora creativa del Vogue norteamericano, sólo se ganó la empatía y admiración de los que percibimos su gran frustración cuando se da cuenta de que la gélida Wintour deshace su trabajo sin siquiera consultarla.
Valentino, a sus 45 años de ser protagonista de la historia de la moda mundial, aparece, en ese film, como un hombre iracundo y excesivamente bronceado que ha perdido el piso y admite estar más interesado en sus perros que en su futuro incierto como veterano de las pasarelas.
Hoy nadie cuestiona su talento, ni la astucia de Giammetti para mantener a Valentino en la cima. Las preguntas inevitables al conocer la noticia del musical de su vida, por lo tanto, no tienen que ver con el desacuerdo respecto al lugar en donde se conoció la pareja de amantes y socios que llevaron la casa francesa al éxito, ni de su complicada relación, sino sobre quién hará el papel de los pugs del diseñador (importantísimos en su historia) y cuál será la reacción de Valentino al ver al protagonista, en pleno escenario, con el rostro maquillado de naranja.
Ficha técnica:
Valentino The Last Emperor
De: Matt Tyrnauer
Acolyte Films

Nota adicional:
No puedo evitar sonreír cuando recuerdo el momento en que Karl Lagerfeld felicita a Valentino por su último desfile y le dice al abrazarlo: “Sólo tú y yo hacemos moda, los demás hacen garras.” Cuando el ego tiene como respaldo una trayectoria impecable, no queda más que admitir que la verdad no se replica, por lo que el agasajado no dijo ni mu.