Yo prefería las prendas independientes y, sí, en un momento dado de mi vida adopté al traje sastre con mucho entusiasmo. Pero ahora los ojos se me van con los vestidos. No el típico modelito de la marca Julio que usan tantas mujeres en las oficinas mexicanas, sino los que se prestan a una intervención con accesorios para cambiar su aspecto.
No estoy sola en este capricho. Las tiendas masivas tipo Banana Republic, Zara o Gap, ofrecen cada vez más opciones de esta prenda. Algo inimaginable a finales del siglo y comienzos del 2000. Los diseñadores también se han aplicado. Ya no sólo ofrecen los estilos de coctel o el clásico vestidito negro que te lleva a todas partes. Ahora se ha incluido una línea de vestidos propios para llevar durante el día, a la oficina o a un compromiso semi formal.
Recientemente fui de compras con mi amiga Gwen en Nueva York. Ella tiene un trabajo estupendo: se dedica a comprarle la ropa a todos los conductores de noticieros en la cadena de televisión norteamericana Fox News. Como ella sabe lo mucho que me gusta la ropa de Tahari, decidió llevarme al showroom para que pudiera comprar algo. Como suele suceder con una colección tan exitosa como la de ese diseñador, había de todo. Ella inmediatamente comenzó a sugerir que me probara algunos pantalones, pero mi impulso inmediato fue acercarme a los racks llenos de hermosos vestidos. Uno a uno fui pasando los ganchos. Todos los modelos tenían las características deseadas: sus hechuras mostraban detalles originales, pero no suficientemente protagonistas. Eran perfectos para accesorizar. Gwen y yo nos metimos al probador con varios vestidos. Ella se quedó intrigada. ¿Por qué prefería ahora esta prenda? “¿Resulta más sencilla de poner porque no tienes que pensar en la combinación de dos piezas separadas?”, preguntó. “No”, dije yo. “El reto ahora recaer en el aderezo que le pondré al vestido.”
El vestido ha desplazado a los coordinados, especialmente al traje sastre. Es ligero en su aspecto, femenino y puede ser terriblemente sexy. Algunas veces una palabra vale por cien frases. Con los vestidos es igual, uno bien elegido, puede volverse tu mejor aliado para hacerte sentir fabulosa.
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